19 may 2012

Juan Cruz defiende un periodismo que informe “con información y sin insultos”



El escritor y periodista canario Juan Cruz, uno de los fundadores del diario El País, clausuró este viernes en Manzanares (Ciudad Real) el IV Curso de la Escuela de Ciudadanos que dirige el también periodista Román Orozco. En su lección defendió el periodismo informativo, leal a los ciudadanos, frente a la proliferación de un periodismo de opinión basado en el insulto que rememora, veinte años después, el fenómeno de la crispación en los medios de comunicación.

Román Orozco y Juan Cruz. Fotos: José A. Romero
Como el “conejito de Duracel”. Así definió Román Orozco al incansable Juan Cruz, periodista, escritor y editor del que repasó su trayectoria profesional. Actualmente es adjunto a la dirección de El País y colabora en radio y televisión. En su presentación, el director de la Escuela de Ciudadanos resaltó que Cruz conoce a muchísimos escritores de todo el mundo y que guarda la sabiduría de los centenares “o miles” de libros que ha leído.

El ponente se presentó como un periodista que siente que cada cosa que hace “es como si fuera la primera vez”, a pesar de su medio siglo de experiencia desde que comenzó a publicar con catorce años. Citó al fundador del diario italiano “La Repubblica”, Eugenio Scalfari, para decir que “el periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. “No tiene más privilegios que otros ciudadanos. Lo que lo distingue de los demás es la responsabilidad que le ha dado el lector, el televidente o el oyente”, añadió en el preámbulo de la conferencia titulada como el último libro que ha publicado, “Contra el insulto”.

Según Cruz, el periodista informa en nombre de los ciudadanos “y eso exige mucho control, autocrítica y responsabilidad”. “No somos jueces, ni policías, ni fiscales. Somos periodistas”, continuó.

El origen de la situación actual, plagada de un periodismo en el que empieza a ser costumbre el insulto, lo sitúa Cruz en la bisoñez de nuestra democracia y en lo arraigados que aún están los “valores” que durante el Franquismo inculcaba un estado autoritario “que obligaba a pensar de una manera unidireccional”.

“Todos evocamos valores ciudadanos como la tolerancia, el diálogo, la educación, etc., pero en la memoria genética que constituye el espíritu de este país no están esos valores”. Así se explica, según el periodista, que un “instrumento social de encuentro en los valores”, como calificó la asignatura de Educación para la Ciudadanía, encontrara una oposición tan visceral hasta el punto de que la presión de ciertos estamentos ha hecho abolir la asignatura “y convertirla en el equivalente a la Formación del Espíritu Nacional”, en alusión a cómo se inculcaban los “valores” en la dictadura franquista.

Juan Cruz considera que esa “lluvia fina” no se ha diluido con la cultura democrática, “ha calado en nuestras conciencias y afecta por igual a todos: políticos, jueces, periodistas, profesores, funcionarios, etc.”, “Constituye el sedimento ideológico que convierte nuestro discurso en una manera de ser”, dijo el ponente.

Después recordó el llamado fenómeno de la crispación en los medios de comunicación que en 1993, a instancias de un grupo de periodistas y escritores conservadores asociados en la AEPI (Asociación de Escritores y Periodistas Independientes) instaló la costumbre de creer que el periodista podía utilizar el poder que le dan los ciudadanos para derrocar gobiernos e insultar. “Se informaba sin información”. Duró hasta que tres años después cambió el gobierno, el objetivo confesado por algunos de sus miembros, como Luis María Ansón.


Ese fenómeno, con un descrédito grandísimo de la política que tenía su reflejo en las ondas y periódicos, ha vuelto diecinueve años después, según Juan Cruz, con multitud de emisoras que ocupan el espectro televisivo basándose exclusivamente en la opinión para narrar el relato de la realidad. El TDT Party, como lo bautizó Iñaki Gabilondo, “ha tenido consecuencias catastróficas para la sociedad y de cuyas heridas aún no nos hemos dado cuenta”, según el escritor y periodista canario.

Todos los ciudadanos tenemos alguna responsabilidad de ese “guirigay mediático que ha contaminado la conversación democrática y que ha convertido a los periodistas en unos gritones insoportables”, dijo. Y en este tiempo de usurpación del periodismo por la opinión como único elemento de la información, lo que más alarma a Juan Cruz “es el insulto”, escandalizar para atraer audiencia. Por ello propuso fórmulas como la del Washington Post, cuyos ordenadores, antes de publicar una noticia, preguntan al redactor si está seguro que lo que ha escrito es cierto y no va a tener que responder por ello ante la justicia. “Se resolvería un 80% de lo que ahora corrompe el oficio”, matizó.

Periodista, un oficio muy delicado y sencillo que vale la pena

Juan Cruz relató lo que el maestro del periodismo francés, Jean Daniel, contaba sobre el escritor Albert Camus, que en un brindis al terminar la jornada en un periódico en los años de la Resistencia dijo “vale la pena vivir para este oficio”, frase que el conferenciante pone entre interrogantes en el título de otro de sus libros sobre periodismo.

Con la pasión propia de quien ama su trabajo, Cruz transmitió la “maravillosa sensación de plenitud” que tiene el periodista cuando acaba un artículo. Dijo que es un oficio muy delicado, pero sencillo, con un momento sagrado que es cuando el periodista se sienta a escribir y sabe que lo que escribe es cierto, que no va a defraudar a quien le presta credibilidad y que al día siguiente no se va a arrepentir de ello porque no insulta a nadie y, cuando lo firma, se responsabiliza de que lo contado es así.

Antes del turno de preguntas del público, en el que dijo que el código deontológico que necesita un periodista “no es diferente al código ético que regula la conversación entre cualquier ciudadano”, Juan Cruz terminó su discurso repasando algunos de “Los elementos del periodismo” que recoge el libro así titulado de Bill Kovach y Tom Rosenstiel, como que la obligación es la verdad, que se debe lealtad a todos los ciudadanos, a la disciplina de la verificación, etc. “Contra todo esto, está el insulto”, dijo para concluir la lección ante los aplausos del público.

Como las anteriores sesiones celebradas en el Castillo de Pilas Bonas -por la negativa del Ayuntamiento de Manzanares a ceder un local público-, se completó el aforo. “No nos ha ido mal aquí”, señaló Román Orozco, que agradeció el apoyo como patrocinadores de Unicaja, Diputación de Ciudad Real y Cadena Ser, e invitó a los asistentes a una reunión que se mantendrá próximamente para preparar el quinto curso de la Escuela de Ciudadanos.

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